Alexander Payne, director de la genial Entre copas, nos trae una comedia dramática con una pareja excepcional a los mandos, el reputado George Clooney y la debutante Shailene Woodley, padre e hija en la película.
Si de algo sabe este director, es de contarnos historias aparentemente no muy atractivas y convertirlas gracias a un guión fabuloso, unos actores solventes, una fotografía preciosista enclavada en parajes de ensueño y una banda sonora apropiada, en un historia digna de optar a los Oscar, quizá en mi opinión no para ganar, pero al menos si estar en las quinielas de las nominaciones.
Los descendientes mezcla una historia dura y dramática como es el coma de una madre de familia, con situaciones cómicas que nos ofrecen un respiro en forma de oásis a lo largo de todo el metraje, ya que sino Los descendientes se podría fácilmente convertir en los intrascendentes, debido a la excesiva dósis de melodrama que podríamos sufrir. Sin embargo, Payne logra combinar muy bien ambos registros, potenciando las interpretaciones de los actores, con un Clooney fantástico, en una interpretación que bien le puede valer un Oscar. Y una Shailene Woodley, que nos demuestra en su prácticamente primer papel en la gran pantalla una categoría como actriz muy superior a su edad.
Es posible que Los descendientes no tenga esa magia que irradiaba Entre copas, aún así, es una buena película, que se degusta poco a poco, intercalando las lágrimas con las sonrisas, ofreciéndonos Payne la visión de que en medio de tanto dolor existe un momento para reírnos de uno mismo y pensar, como Clooney en una de las últimas escenas, que el amor al fin y al cabo puede con todo el odio y el sufrimiento que nos hayan hecho pasar.
NOTA: 7,2
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