martes, 26 de octubre de 2010

CRÍTICA DE:


CRÍTICA DE ÁLBER_4:

Domingo 24 de octubre de 2010, siete de la tarde. El majestuoso Teatro Calderón de Valladolid ofrece un aspecto inmejorable, de no ser por ese vacío que dejan en los palcos todos los acreditados, invitados y abonados que, por sistema, no asisten a las proyecciones. La Seminci 2010 apenas si ha comenzado a dar sus primeros pasos, como un niño tembloroso y titubeante al que le faltan demasiadas sensaciones por experimentar. Nos presentan la primera película española participante en la Sección Oficial de este año, "La Mosquitera", de Agustí Vila, un largometraje filmado en catalán y en castellano (o en su "versión original española", como dijo la presentadora en un posible desliz).

Antes nos emiten un cortometraje, también nacional, "Hidden Soldier", del director vasco-castellano-leonés (como él se definió) Alejandro Suárez y protagonizado por Víctor Clavijo. Ambos, además del productor, nos lo presentan. A Alejandro se le nota nervioso, víctima quizá de la tradicional impresión que suele causar el primer coliseo vallisoletano. Nos deja un buen sabor de boca a los espectadores, si bien abusa en exceso del recurso a la transportación a través de la inundación de luz en la pantalla y del ruido psicodélico. 

Hablando ya de La Mosquitera (disculpen el excesivo prólogo, es la falta de costumbre), fue definida perfectamente en su presentación por el actor Eduard Fernández como una "comedia negra", añadiendo que era "negra como el azabache". No puedo estar más de acuerdo con él. De hecho, este es el punto más fuerte y, al mismo tiempo, el más peligroso, de y para la película.

El argumento es poco relevante, siendo completamente absorbido por las situaciones que, como minihistorietas surrealistas, se van encadenando sin demasiada coherencia entre sí. Algo que tampoco es necesario ni pretendido por el realizador, como él mismo nos aclaró. Dichos relatos tienen como protagonistas principales a una madre aparentemente hipersensible (Emma Suárez), que sobreprotege a su hijo amante de los animales (Marcos Franz), a un padre maniático y obsesivo (Eduard Fernández) y a una neurasténica empeñada en educar a su hija utilizando los medios que sean precisos (Anna Ycobalzeta).

La producción corre continuamente el riesgo de no ser bien interpretada por el espectador. Se satirizan temas con los que la sociedad está muy sensibilizada, como el maltrato infantil, la violación, la prostitución o el cuidado de las personas mayores, entre otros. Me consta que muchos en la sala no entendieron el verdadero mensaje del largometraje, que es denunciar la hipocresía que se oculta detrás de un mundo hinchado de formalidad y que encierra multitud de represiones, las cuales, cuando un elemento ajeno penetra esa fachada artificial, salen a flote en forma de perversiones. Es una película valiente que se arriesga, trata de romper clichés y de dar la vuelta a las realidades que se toman por seguras. Además, está excelentemente interpretada y el guión raya el sobresaliente. Sin embargo, otros pueden entender que frivoliza asuntos demasiado serios y la odiarán. Lo que está claro es que no deja indiferente a nadie. A mí, sin llegar a apasionarme de una forma completa, me sorprendió gratamente y me hizo reflexionar. Aplaudo a Agustí Vila y a su osadía.

NOTA: 7

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