Para abrir una nueva sección de mi blog, en la que pondré películas que no recomendaría ni a mi peor enemigo o simplemente aquellas que me decepcionaron de sobremanera pese a no ser especialmente malas, cuento con la llegada de la cuarta entrega de La edad de hielo a nuestras pantallas y que pude ingerir ayer (y deglutir hoy) en un pase especial en los Roxy por la cantidad de 0 euros, la que creo fue la única buena noticia de la película.
Diego, Sid y Manny tendrán que volver a luchar por su supervivencia tras el cataclismo producido por Scrat en su eterna búsqueda de la bellota que hace que comience la formación de los continentes. Deben ser los animales más longevos de la historia para sobrevivir a la edad de hielo a su posterior deshielo y a la formación de los continentes, sí amigos, desgraciadamente sobreviven al final.
Todo suena a rancio y a topicazo tras otro. Ni siquiera los parajes que habitualmente tienen un toque de fantasía gozan aquí de colorido, siendo un póster de Waterworld en una película de animación. Los gags son repetitivos, los personajes se encuentran carentes de carisma o personalidad. Decir que Ice Age 4 es infantil es quedarse muy pero que muy corto, creo que deberían poner no recomendada para mayores de séis años puesto que a esa edad la inteligencia ya ha comenzado a desarrollarse y puedes ir hacia atrás.
Lo peor de todo son los chascarrillos encubiertos en forma de dobles sentidos sexuales rancios y el no va más es el mensaje subliminal de "La piratería se acaba pagando". Una sucesión de sin sentidos en la que solo encontrarán divertimento los niños muy pequeños o los jóvenes que decidan verla después de ingerir un brebaje mágico o de aspirar unos humos de la risa.
Y lo peor es que si la taquilla funciona nos martirizarán con una quinta parte, la cual solo veré en caso de que trabaje en algo relacionado con el cine y me obliguen a verla o la cantidad monetaria que tenga que apoquinar sea como mínimo cero. Toda una NO recomendación, creanme, comparar Toy Story 3 con Ice Age 4 debería ser un pecado capital.
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