Esta es una doble recomendación, ya que además hacía tiempo que no recomendaba una pequeña joya algo desconocida, ambas películas de las que hablaré brevemente en esta entrada, tienen cosas en común, esa delicadeza que impregna a todas las obras de animación japonesa, que consiguen extraer todo un abanico de sentimientos a través de sus secuencias.
La primera obra de la que quería hablar es una película enraizada en los Estudios Ghibli, de los que poco hay que decir que no se haya dicho ya. La casa de Miyazaki nos trae El verano de Marnie, una historia que parecen dos, la de una niña que no encuentra su lugar en el mundo, que odia todo lo que le rodea, porque se odia así misma. Sin embargo, encuentra consuelo en Marnie, en uno de esos veranos que a quien más y a quien menos nos han cambiado alguna vez la vida.
La historia conjuga a la perfección un retrato de una adolescente a la deriva, con el añadido de la intriga y la fascinación que nos produce el personaje de Marnie, una niña rubia, etérea y fantasmagórica sacada de un cuadro de los años 30.
La banda sonora, y en especial el tema final Fine on the outside de Priscilla Ahn, nos transporta tan a la perfección a ese pueblo pesquero, y a esa alma tan resentida de Anna, que nos mete de lleno en una historia que ante todo es pura belleza.
La segunda obra es El cuento de la princesa Kaguya, una obra quizá más conocida que se estrenó en 2013 y que obtuvo grandes críticas. Como pasaba con When Marnie was there, la música vuelve a ser un vehículo conductor apasionante, que nos transporta a ese mundo rural en la primera parte de la película para posteriormente viajar a un palacio impostado, en el que Hoja de bambú está recluida para ser la princesa Kaguya.
Una historia llena de imaginación, basada en un cuento clásico japonés, la cual nos deja ese poso amargo del eterno que hubiera pasado si... y es que, la historia de Isaho Takahata, son varias películas en una. Una filmación con un trazo de carboncillo maravilloso, con un realizador creador de obras como La tumba de las luciernagas.
En mi opinión la obra de animación baja un poco a medio recorrido, pero el comienzo y el final son tan impresionantes, que no podemos reprochar nada al realizador japonés.
Si este fin de semana tienen cuatro horas de su tiempo, no van a arrepentirse de juntar estas dos obras maestras provenientes del lejano oriente, y es que en animación, nadie sabe más que ellos.
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