Después de un largo tiempo sin escribir, algo que tampoco creo haya importado a mucha gente, vuelvo para hablar sobre una película que me ha hecho palpitar como hacía tiempo, y es que el gran Zhang Yimou lo suele lograr con cada uno de sus filmes.
Después de un verano en el que han pasado películas más bien malas, si exceptuamos al fin de la trilogía de Batman a cargo de Nolan, que pese a estar por debajo de su predecesora, es un trabajo meritorio. Tampoco me olvido de decepciones como la de Prometheus, que pese a no ser una basura, desmerece mucho dentro de la filmografía del gran Ridley Scott y más si la comparamos con la gran Alien. Por último quería destacar la nueva película de Spiderman, que pese a no convencerme del todo, es superior a las realizadas por Raimi.
Volviendo al tema que me ocupa, la última maravilla de Yimou da lo que se espera de uno de los mejores directores que hay en la actualidad. En el filme nos encontramos con el Yimou más sentido, aquel que deslumbró al mundo con Linterna roja o la expecional El camino a casa de una casi desconocida Ziyi Zhang, que enamoró a la pantalla como lo hace aquí la guapísima Zhou Dongyu que le valió la espiga de oro a la mejor actriz en la seminci del año pasado. Una historia de amor en un mundo de represión, donde cada fotograma es poesía para la vista, donde cada mirada refleja ese amor idílico que todos hemos perseguido alguna vez, incondicional, síncero. Los personajes de Jing y Sun buscan la felicidad en un mundo que les resulta esquivo, en una dictadura comunista del régimen de Mao.
Me enamoré de este director viendo La casa de las dagas voladoras, en una compañía muy especial en los cines Manhattan hace ya más de siete años. Luego vino la maldición de la flor dorada que pese a no ser tan buena como su predecesora, volvió a encandilarme con su maravillosa fotografía y sus coreografías tan poéticas. A partir de ahí quise ver más del director Chino, El camino a casa y Vivir me redescubrieron a un genio, películas no tan poéticas en lo visual, pero con unas historias que atrapaban, que latían dentro de una pantalla. Nadie podría morir sin ver una película de este gran director, ahora tienen una oportunidad de oro para degustar cine en estado puro, para ver algo más que una historia de amor, para creer que el espino blanco florece en Mayo y da flores rojas y que debajo de él, podremos ver el amor de Jing y Sun por fin libres.
"No te puedo esperar un mes ni un año, ni hasta que cumplas veinticinco, sin embargo te he esperado toda mi vida"
NOTA: 8,2
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